7 de febrero de 2012

cinco minutitos más...

Silva la cafetera. Ya casi me había olvidado de ella. No sé cómo lo haces, pero tienes el poder de hacer que pierda el mundo de vista. Ahí estábamos tú y yo, diez minutos antes, tirados en el sofá a la luz tenue de la lámpara y abrazados por el olor suave a incienso de fresa. No nos habíamos dado cuenta, pero había caído la noche más allá de las ventanas y el viento azotaba las ramas desnudas de los árboles. 
En aquel momento, estábamos lejos, muy lejos, a pesar de estar sentados uno al lado del otro. Tú, enfrascado en tu pantalla, alejado de la realidad para perderte en tu vida 2.0; yo, transportada a la Venecia del siglo XVIII, paseándome en góndola por los canales y colándome en fiestas de máscaras y vestidos pomposos. En la misma postura desde hacía horas, con las rodillas entumecidas por tenerlas dobladas y el culo cuadrado por la presión de este sofá desvencijado. 
Acababa de plantearme dejar la lectura cuando abandonaste el portátil sobre la mesa. 
-¿Te hace un capuccino con nata? 
- Oh, por supuesto. ¿Te ayudo?
- No, descuida. Creo que no incendiaré la cocina haciendo un café.
Ahí estaba otra vez ese guiño, esa sonrisa pícara de medio lado y tu cuerpo desapareciendo tras la puerta del salón. Una vez más, todo mi cuerpo en guardia, esperando que volvieras. Siempre lo haces. Te sientas junto a mi. Me besas. Me pierdo, nos perdemos.


Y silva la cafetera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario